Yoga en la Patagonia Argentina

 

El hombre sabio permanece concentrado por completo en sí mismo y su tranquilidad de espíritu es comparable a la firmeza de una cima del Himalaya, inmutable en todo tiempo y en toda estación. Un estado de mente así alcanza la madurez con el tiempo y se adquiere con una constante práctica del Yoga. Entonces el yogui se libera tanto del sufrimiento como del miedo y supera las ilusiones y aflicciones del mundo.

El hombre inteligente debe observar los fenómenos del mundo y discerniendo en ellos lo real de lo irreal, aferrarse sólo a la realidad.

La mente es quien crea el mundo y lo despliega en su propia imaginación.

El egoísmo es la raíz de las formas de sufrimiento más extendidas por los bosques de este mundo, cuyos árboles producen las envenenadas flores de los deseos.

Abandona tu loca confianza en los fenómenos visibles, deja todo eso y permanece enraizado en la consciencia ‘Soy el Infinito’.

Antes de haber borrado de la mente la idea de que hay cosas deseables y otras que no lo son, es difícil encontrar la paz y la gracia de la serenidad, como le es difícil al claro de luna traspasar un cielo encapotado.

Nuestros deseos y nuestras aversiones son dos monos que viven en el árbol de nuestro corazón; mientras lo sacudan y lo zarandeen con sus brincos y sobresaltos, no puede haber reposo.

Quédate tranquilo y sereno, poniendo tu fe en tu Consciencia interior. Sabe que el conocimiento es poder y que el conocedor es el ser más poderoso de la tierra; sé, pues, sabio en todos los aspectos.

(Valmiki, el primer poeta que se expresó en la lengua sánscrita tal como aún hoy la conocemos.)

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